“Ahora mismo participo en proyectos de economía circular en sectores tan distintos como la moda o el turismo”

La trayectoria de Laura Gemma García Vega ilustra la versatilidad de la ingeniería agronómica y su capacidad para abrir puertas en sectores muy distintos. Tras experiencias en control de calidad, prácticas en instituciones y multinacionales, y la creación de su propia startup, hoy ocupa el cargo de directora técnica en CAPEC. Desde allí impulsa proyectos de economía circular en el envasado hortofrutícola, con cajas de plástico 100% recicladas y trazabilidad certificada. Su recorrido demuestra que la formación en ingeniería agronómica es un pasaporte a ámbitos muy diversos: desde el campo hasta el laboratorio, desde la gestión empresarial hasta la innovación en packaging. Ahora, con dos hijos pequeños, afronta el reto de conciliar vida personal y profesional sin renunciar a su compromiso con la sostenibilidad.

¿Cómo resumirías tu trayectoria profesional hasta ahora, desde tus primeras prácticas como ingeniera agrónoma hasta tu actual papel como directora técnica en CAPEC?
Como un camino exponencial. Desde que estaba estudiando me resultó muy sencillo encontrar prácticas y, más tarde, oportunidades laborales. Eso es algo que siempre destaco de la ingeniería agronómica: te abre muchas puertas. Mi experiencia ha sido muy diversa y he podido trabajar en sectores diferentes, lo que me ha permitido tener una visión global del mundo de la empresa. A la hora de buscar trabajo, la formación en ingeniería agronómica aporta versatilidad. La carrera te da esa capacidad de adaptación, porque no es una formación cerrada a un único ámbito, sino que te prepara para moverte con solvencia en entornos muy distintos.

Tu carrera ha estado muy vinculada al mundo del packaging y los envases. ¿Qué es lo que más te atrae de este sector y qué retos técnicos encuentras más apasionantes?
Me atrajo sobre todo porque era algo diferente. Durante la carrera apenas lo tocas de forma superficial, y me parecía un campo nuevo por explorar. Lo interesante del packaging es que combina muchas ramas de la ingeniería agronómica. No se trata únicamente de visitas a campo, que también existen, sino de un trabajo técnico muy amplio: ensayos, desarrollo de materiales, investigación aplicada. Y todo ello siempre vinculado con el agroalimentario, un sector que te permite unir la parte agronómica con la tecnológica, con una orientación muy práctica hacia la seguridad alimentaria. Esa mezcla de áreas que relaciona diferentes biosistemas es lo que más me engancha.

La ingeniería agronómica me dio una visión global y la confianza de que, con esfuerzo y formación, puedes afrontar cualquier reto profesional

En CAPEC trabajáis con cajas 100% recicladas y con trazabilidad certificada. ¿Qué avances destacarías en economía circular aplicados al envasado hortofrutícola?
Mi visión quizá es distinta a la de muchos compañeros de carrera, porque trabajo directamente con plásticos. A menudo encuentro cierta incomprensión, pero considero que el plástico, bien gestionado, es un material muy limpio y absolutamente circular. En CAPEC logramos la certificación de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) para fabricar cajas 100% recicladas destinadas a uso alimentario. Esa certificación era clave: sin ella, ningún fabricante podía trabajar con material reciclado en este ámbito. Conseguirla fue un hito y muy pocas empresas en España cuentan con ella. A partir de ahí, hemos demostrado que el plástico puede reincorporarse al sistema sin perder propiedades y garantizando la seguridad alimentaria. Frente a otros materiales que no permiten una circularidad completa, el plástico, en estas condiciones, sí lo hace.

Entonces, ¿crees que el esfuerzo hay que ponerlo en la separación y el reciclaje?
Sí, aunque no solo en eso. Es fundamental separar y reciclar, pero igual de importante es controlar todo el proceso. En cada etapa hay riesgo de contaminación y ese riesgo hay que gestionarlo muy de cerca. La economía circular no funciona únicamente con la buena voluntad de reciclar; requiere un sistema de control que asegure que el material reciclado es apto para volver a entrar en contacto con alimentos. El esfuerzo debe estar en toda la cadena.

El plástico, cuando se gestiona correctamente y cuenta con certificación EFSA, permite una circularidad completa y segura para el envasado agroalimentario

En concreto, ¿cuál es tu papel en CAPEC?

Mi primera tarea fue conseguir la certificación EFSA, sin la cual no podíamos fabricar cajas recicladas. Desde entonces, mi papel es garantizar que esa circularidad se cumple en todos los mercados municipales de España. Eso implica asegurar que no existe riesgo de contaminación en ninguno de los puntos de la cadena: desde la recogida de las cajas hasta su reciclaje y vuelta al mercado. Coordinamos a fabricantes, certificamos procesos y auditamos resultados. Mi función es cerrar el círculo y mantenerlo operativo.

¿Hablamos de las cajas que utilizan todos los puestos para llevar frutas, hortalizas, etcétera?
Exacto, las mismas cajas que se ven en las fruterías. No todas las cajas en España son recicladas al 100%, pero sí todas las de los fabricantes asociados a CAPEC, que rondan entre el 80% y el 85% de las utilizadas en los mercados municipales. Cuando comenzamos, el porcentaje era del 50% o incluso menos en algunos lugares, así que la evolución ha sido muy positiva. Además, a los propios comerciantes les interesa recuperar el material, porque económicamente es más ventajoso.

Tenía la sensación de que la maternidad iba a frenar mi desarrollo profesional. Pero con la experiencia, aunque sea breve, he aprendido a gestionar prioridades

Antes de CAPEC pusiste en marcha Lainboox, una startup muy innovadora en el ámbito de la alimentación. ¿Qué aprendizajes te llevas de esa experiencia emprendedora?
Me llevo, sobre todo, la experiencia de gestionar personas. Era lo que más me costaba y lo de más valor he aprendido. Al principio no tenía mucha idea de cómo funcionaba realmente el sector del packaging ni de la gestión empresarial, así que me formé en contabilidad, marketing y otras áreas en las que estaba más floja. Pero lo verdaderamente difícil fue coordinar un equipo, comprender las carencias y fortalezas de cada persona y lograr que funcionara en conjunto. Fue un proceso complicado, pero muy enriquecedor.

Haber pasado de una startup propia a una asociación del sector supone un cambio de perspectiva. ¿Qué diferencias has notado en la forma de trabajar y en los objetivos profesionales?
La diferencia principal es que en mi empresa las decisiones dependían únicamente de mí. Ahora, en CAPEC, los objetivos no los marco yo sola. Puedo influir, aportar mi visión y proponer enfoques, pero al final trabajo dentro de un marco más amplio, en el que los objetivos pertenecen a la organización en su conjunto. Esa es la mayor diferencia: en mi startup podía decidir el rumbo; en CAPEC debo trabajar para alcanzar metas que son colectivas, lo que enriquece mucho la experiencia.

En mi startup podía decidir el rumbo; en CAPEC debo trabajar para alcanzar metas que son colectivas: esa es la mayor diferencia

También has trabajado en control de calidad de frutas y verduras. ¿Qué te aportó esa etapa para tu visión actual del envasado y la seguridad alimentaria?

Fue el inicio de mi vida profesional, más allá de las prácticas. Me dio la base para comprender lo que supone trabajar en un entorno real. Aunque me aportó experiencia, era un ámbito limitado: se centraba exclusivamente en la calidad de determinados productos. En cambio, en el packaging encontré un sector mucho más amplio, en el que se tocan distintas ramas y se aprende de muchos aspectos. Aquella etapa fue valiosa como punto de partida, aunque no era lo que más me motivaba.

Mirando hacia atrás, desde tus prácticas en Dacsa, Smurfit Kappa o el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias, ¿qué dirías que fue clave para ir construyendo tu perfil profesional?
Creo que la clave estuvo en cambiar de ámbito dentro del sector agroalimentario, atreviéndome a dar pasos distintos. Y, sobre todo, en haber montado mi propia startup. Esa experiencia me dio una visión empresarial completamente diferente. Me obligó a formarme en áreas como finanzas, contabilidad, liderazgo y marketing, que después han sido muy valoradas. Gracias a esa formación añadida, mi perfil como ingeniera agrónoma ha estado acompañado por competencias empresariales que han enriquecido mucho mi trayectoria.

Recomiendo a los jóvenes ingenieros salir de la zona de confort, probar distintos sectores e incluso trabajar fuera de España para ganar visión global

¿Qué herramientas concretas te ha dado la formación en ingeniería agronómica para poder abordar proyectos tan diversos como el control de calidad, el packaging, el emprendimiento o incluso el marketing?

La carrera me dio una visión global. Supongo que pasa en muchas ingenierías, pero en la agronómica se trabaja con una perspectiva muy amplia de la empresa. Esa visión, unida a la capacidad de esfuerzo que adquirimos durante la carrera, me ha servido para afrontar cualquier reto. Recuerdo entrevistas en las que me preguntaban cómo podía pasar de control de calidad a packaging sin experiencia previa. Yo respondía que tenía la confianza de que con esfuerzo, formación y dedicación podía hacerlo. Ese convencimiento lo adquirí en la carrera y lo sigo aplicando.

¿No te sorprende el hecho de que, a pesar de que la ingeniería agronómica es una carrera tan generalista, que tiene presencia en tantos ámbitos y que permite el desarrollo de multitud de perfiles profesionales, la gente siga pensando que los ingenieros agrónomos sólo trabajamos con plantas?

Sí, sorprende mucho. La mayoría cree que nuestro trabajo se limita a la producción agraria. Sin embargo, mi experiencia muestra lo contrario. Ahora mismo participo en proyectos de economía circular en sectores tan distintos como la moda o el turismo desde SINTAC     , una de las empresas socias de CAPEC. Por ejemplo, diseñamos proyectos para reciclar plásticos procedentes de envases de ropa importada, transformándolos en mobiliario de tiendas. O trabajamos con hoteles para convertir sus residuos plásticos en productos reciclados      para los clientes. Esa diversidad de aplicaciones rompe la idea preconcebida de lo que podemos aportar los ingenieros agrónomos.

Mi papel es garantizar que la circularidad de las cajas de plástico se cumple en todos los mercados municipales de España

Acabas de ser madre por segunda vez y tienes dos hijos muy pequeños. ¿Cómo estás viviendo la conciliación entre tu vida familiar y tu responsabilidad profesional?
Es un reto, sin duda. Antes tenía una disponibilidad absoluta, pero ahora mis hijos pequeños requieren de mí y eso me obliga a organizarme de otra manera. He aprendido a establecer límites más claros y a priorizar, de modo que puedo atender a mi familia sin dejar de cumplir con mis responsabilidades profesionales. No siempre es fácil, pero creo que este proceso también me está haciendo más eficiente y consciente de cómo gestiono mi tiempo.

Hay mujeres que expresan cierta preocupación por cómo la maternidad puede influir en su carrera. ¿Es también una inquietud para ti? ¿Cómo lo estás afrontando?
Al principio sí me preocupaba, tenía la sensación de que la maternidad podía frenar mi desarrollo profesional. Con el tiempo he entendido que más que un freno, es un cambio de perspectiva: ahora gestiono prioridades de otra manera. Mi familia ocupa un lugar central, pero eso no significa renunciar a mi carrera, sino compaginarla con una etapa de la vida muy importante. Estoy convencida de que esta experiencia me hará volver con más energía y foco a los retos profesionales.

Para terminar, ¿qué consejo le darías a un joven ingeniero agrónomo que esté pensando en orientar su carrera hacia el mundo del envasado, la calidad o incluso el emprendimiento?
Que pruebe. Que no se quede en su zona de confort. Que experimente en distintos sectores y, si puede, en distintos países. Esa diversidad le dará una visión más global y le permitirá optar a mejores condiciones laborales. Creo que abrirse a nuevas experiencias es la mejor manera de construir una carrera sólida y enriquecedora.