Crónica de la XI Edición de los Premios FPIA: cómo aglutinar al colectivo que gestiona los biosistemas

La XI edición de los Premios FPIA del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante volvió a convertir, por unas horas, a la profesión en el epicentro donde confluyen los principales agentes de los sectores agrario, agroindustrial, alimentario, medioambiental y de la ingeniería. El encuentro, una de las grandes citas anuales del sector, demostró una vez más que los ingenieros agrónomos somos el engranaje que conecta a los biosistemas, las administraciones y la sociedad.

Un inicio marcado por el reencuentro

Como es tradición, el acto arrancó con el esperado networking, ese espacio que siempre se queda corto porque multiplica los abrazos, las conversaciones y las oportunidades de encuentro entre profesionales que comparten mucho más que un oficio. El ambiente era extraordinariamente cordial: hablar de trabajo, de proyectos, de preocupaciones comunes, pero también de vida y de amistad. Por eso, también se está convirtiendo en tradición ya la dificultad que entraña para la organización mover a los asistentes, enfrascados en un intercambio que se podría prolongar muchas horas, desde la zona de canapés hasta el comedor. Allí tomaron asiento para dar paso a los discursos y a la entrega de premios.

Representación institucional sin precedentes

La capacidad de convocatoria del COIAL está más que acreditada: el evento reunió a más de 250 asistentes y, por primera vez, contó con representación al más alto nivel de las tres administraciones: la estatal, la autonómica y la local. Entre los presentes destacaron Vicente Tejedo, secretario autonómico de Agricultura; Zulima Pérez, comisionada para la reposición tras la DANA; y Vicente Mompó, presidente de la Diputación de Valencia, cuya asistencia fue especialmente celebrada. A ellos se sumaron directores generales como Sabina Goretti Galindo (Agua), Ángel Maluenda (PAC) y Luis Gómez (Medio Natural), así como representantes del Estado, de la universidad —los vicerrectores Belén Picó y Santiago Guillén— y de instituciones sectoriales de referencia.

Asistieron los presidentes de SEIASA, Francisco Rodríguez Mulero, de AINIA, Manuel García-Portillo, del IVIA, Alejandro Tena, del Comité de Gestión de Cítricos, Inmaculada Sanfeliu, de ASAJA Valencia, Cristóbal Aguado, de ASAJA Alicante, José Vicente Andreu, de Cooperativas Agroalimentarias, Enrique Bellés, de FECOREVA, José Alfonso Soria, de AEFA, Pedro Peleato, de ASFPLANT, Vicente Almudéver, la representante de la Confederación Empresarial Valenciana, Elisa del Río, los directores de Escuelas de Ingeniería Agronómica de Valencia —Constanza Rubio— y Orihuela —Juan José Martínez—, y numerosas comunidades de regantes. Tampoco faltaron los colegios profesionales —Caminos (Javier Machí), Industriales (Nieves Romero), Técnicos Agrícolas (Emilio Martí), Arquitectos (Inmaculada Bordera), Aeronáuticos (Álvaro Paula)  y Veterinarios (Inmaculada Ibor), así como los máximos representantes de los órganos nacionales de la profesión: nuestro ex decano, Baldomero Segura, presidente del Consejo General de Colegios, y la presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros, Mari Cruz Díaz.

La diversidad de instituciones, entidades y empresas confirmó la amplitud del servicio que los ingenieros agrónomos prestan a todos los sectores que estratégicos: desde el agrario y el agroalimentario hasta el agua, el medio ambiente, la gestión de residuos o la energía.

Los discursos: resiliencia, excelencia e innovación

El discurso del decano, Ximo Aguilella, marcó el tono de la jornada. Tras recordar el impacto devastador de la DANA y anunciar la inminente publicación del informe Situación vivida, lecciones aprendidas y líneas de trabajo, Aguilella subrayó que la verdadera misión de la ingeniería se revela en los momentos más difíciles: “No podemos frenar a una naturaleza desbocada, pero sí estar preparados para minimizar sus catastróficos efectos”.

El decano hiló sus palabras en torno a tres virtudes que definieron tanto a los premiados como al espíritu del evento: la resiliencia, la excelencia y la innovación. Virtudes que, según subrayó, deben guiar la gestión de tres activos irrenunciables: el agua, la sanidad vegetal y la PAC. Todo ello en el marco de una idea central: “La soberanía alimentaria es la última frontera de nuestra libertad”. Las declaraciones más importantes del decano están recogidas en la nota de prensa que se envió a los medios:

Consulta la NdP de la Entrega de la XI Edición de los Premios FPIA del COIAL

En sus intervenciones, Vicente TejedoZulima Pérez Vicente Mompó también coincidieron en la aportación de los ingenieros agrónomos en la reconstrucción tras la DANA y la necesidad de convertir la crisis en una oportunidad para construir un territorio más resiliente y sostenible.

Los galardonados

Los premios volvieron a ofrecer una panorámica de los valores y retos del sector. El Premio Innovación fue para el proyecto RECREATE del Grupo Calagua, que transforma las depuradoras en biofactorías de generación de recursos, recuperando energía, nutrientes y agua para riego. El Premio Iniciativa y Desarrollo recayó en el histórico Juzgado Privativo de Aguas de Orihuela, con 750 años de autogobierno en la gestión del agua. Y el Premio Excelencia Profesional reconoció a José Miguel Ferrer, ingeniero agrónomo al que sus compañeros definieron como un verdadero “orfebre” del sistema agroalimentario.

La entrega del galardón a Ferrer tuvo un momento especialmente emotivo cuando Vicente Tejedo, su amigo y antiguo compañero, fue el encargado de otorgarle el premio y dedicarle unas palabras de admiración personal.

Un ambiente festivo y cercano

La impresión que quedó entre los asistentes es que la cita atrae más miradas cada año y que, pronto, la sala se quedará pequeña. La jornada estuvo jalonada de anécdotas, complicidades y momentos de cercanía. No faltaron los productos de la tierra elaborados por los propios colegiados —los vinos de Fil·loxera, de Juan Llobell, y los aceites Señorío de Relleu, de Hugo Quintanilla—, que contribuyeron a reforzar ese aire de comunidad que impregna cada edición.

Como cada año, la sensación general fue de orgullo compartido y de satisfacción por pertenecer a una profesión que se hace grande cuando se reúne. La satisfacción general era palpable: se vivió un día grande, de convivencia y celebración, en el que la profesión mostró su vocación de liderazgo.

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