El ciclo invisible que asfixia el agua: así actúa la eutrofización en embalses y balsas de riego
La eutrofización no empieza con una mancha verde en la superficie, sino mucho antes, en un proceso biológico que se desarrolla dentro del agua, lejos de la vista. A partir de un exceso de nutrientes —sobre todo nitrógeno y fósforo procedentes de fertilizantes agrícolas, vertidos o aguas regeneradas— las algas encuentran un entorno perfecto para multiplicarse. Lo que al principio parece un signo de vida se convierte pronto en un desequilibrio profundo del ecosistema.
Demasiados nutrientes y poco oxígeno
“El punto de partida es siempre el mismo: hay demasiados nutrientes y poco oxígeno”, explica Jaume Mateos Aparicio, técnico comercial de Oxifuch, empresa partner del COIAL especializada en soluciones sostenibles para el tratamiento del agua. “En cuanto se dan esas condiciones, las algas se multiplican de forma acelerada, especialmente con altas temperaturas y mucha radiación solar”.
Cuando las algas dominan una masa de agua, el oxígeno se convierte en un bien escaso. “Toda la microbiología aeróbica, la que necesita oxígeno para vivir, empieza a desaparecer. Lo que queda es un ecosistema degradado en el que solo sobreviven los organismos capaces de soportar ese ambiente sin oxígeno”, añade Mateos.
El resultado se nota en la superficie: aguas verdosas, mal olor y muerte de peces. Pero el verdadero daño está debajo. La degradación de la materia orgánica —sobre todo la de las algas muertas— consume grandes cantidades de oxígeno disuelto. “No es tanto que las algas vivas lo consuman, sino que al morir generan materia orgánica que se descompone y agota el oxígeno del agua”, matiza.
Presentes de forma latente
Las algas están presentes de forma latente en casi cualquier entorno. “Probablemente provienen de esporas que viajan en el aire o de pequeñas cantidades presentes en el propio entorno acuático”, comenta el técnico. En condiciones normales su presencia pasa desapercibida, pero si el agua se calienta y se acumulan nutrientes, su metabolismo se acelera. “En condiciones favorables pueden llegar a duplicar su masa en unos veinte días”, señala Mateos.
Las masas de agua más propensas a este fenómeno son las balsas de riego que almacenan agua regenerada, especialmente en zonas con alta insolación y escasez de recursos hídricos. “Son aguas con muchos nutrientes y, por tanto, con más probabilidades de eutrofizarse. En cambio, las aguas de pozo suelen estar más limpias y las desaladas, aunque tardan más en desarrollar algas, tienen niveles bajos de oxígeno que también pueden favorecer su aparición”, explica.
Una parte del problema se origina en tierra firme. La filtración de fertilizantes desde las parcelas colindantes acaba llegando a las balsas o embalses. “Por percolación, los nutrientes se infiltran en el suelo y alcanzan el agua subterránea o las balsas cercanas. Es difícil de controlar, porque depende mucho de las prácticas agrícolas”, reconoce Mateos.
Fertilización más precisa y adaptada
Desde Oxifuch recomiendan que las administraciones promuevan planes de fertilización más precisos y adaptados, además de una mejor gestión del estiércol y las aguas de lavado. “No se trata solo de prohibir, sino de ajustar las dosis y aplicar los fertilizantes en el momento adecuado para que no acaben en el agua”, apunta.
Preguntado por la evolución del fenómeno, el técnico no duda: “Va a más. Cada vez hace más calor y cada vez se usan más aguas de peor calidad, como las regeneradas. En los últimos años estamos viendo casos de eutrofización en lugares donde antes no los había”.
El tratamiento más eficaz contra la eutrofización no pasa por eliminar las algas directamente, sino por restaurar el equilibrio del ecosistema. Oxifuch aplica un sistema de oxigenación que refuerza la microbiología beneficiosa presente en el agua. “Lo que hacemos es dar energía a esa microbiología, que se alimenta de los mismos nutrientes que usan las algas. Al aumentar la concentración de oxígeno, favorecemos la vida de estas bacterias y dejamos a las algas sin recursos para reproducirse”, resume Mateos.
Dos sistemas para combatir la eutrofización
Existen dos sistemas principales. Uno es un equipo flotante con motores que generan microburbujas y las distribuyen por la masa de agua, creando además movimiento para evitar la estratificación. El otro consiste en un compresor conectado a una red de tubos microperforados instalados en el fondo de la balsa. “El aire se libera desde abajo y oxigena el agua de manera uniforme”, detalla.
El proceso no es inmediato. “Es un método natural, y eso requiere tiempo. En una o dos semanas ya se pueden ver los primeros efectos, aunque el equilibrio completo puede tardar varios meses. Lo importante es que el sistema va en la dirección correcta, hacia la recuperación del ecosistema”, concluye el técnico.