“El hallazgo de un parasitoide europeo puede marcar un antes y un después en la lucha contra el HLB”

Alberto Urbaneja (IVIA)

El HLB —también conocido como greening— es considerado el mayor desafío fitosanitario para la citricultura mundial. Su rápida expansión en zonas productoras como Florida o Brasil ha devastado millones de hectáreas, y Europa trabaja contrarreloj para evitar que alcance sus plantaciones. En este contexto, un equipo del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), liderado por Alberto Urbaneja, ha confirmado el descubrimiento de un parasitoide europeo capaz de controlar el insecto vector del HLB, un hallazgo que podría marcar un punto de inflexión en la prevención de la enfermedad. Conversamos con Urbaneja, profesor de investigación del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA, sobre este avance, el papel de la cooperación internacional y la importancia de la formación agronómica en la lucha contra las grandes amenazas que afectan a la agricultura mediterránea.

¿Qué supone para ti y para el IVIA haber participado en un descubrimiento que puede marcar un antes y un después en la lucha contra el HLB?

Para nosotros es algo muy importante. Haber descubierto un parasitoide originario de Europa, y confirmar su presencia tanto en Chipre como en la parte continental, es un paso enorme para frenar el impacto del vector y, en consecuencia, de la enfermedad si llegara a introducirse. Este parasitoide está actuando con mucha eficacia: los niveles de parasitismo son muy elevados y eso recompensa el esfuerzo de años de trabajo, misiones y recursos invertidos. Es una satisfacción enorme ver resultados tan positivos, aunque todavía debemos confirmar su consolidación y mantener la prudencia.

¿Cómo resumirías la importancia de este hallazgo para la citricultura a nivel mundial?

Hay que ser realistas: el panorama sigue siendo complejo, porque el HLB es devastador. Allí donde aparece el vector, la enfermedad acaba llegando, y sus efectos son dramáticos. Sin embargo, si logramos mantener las poblaciones del vector a niveles bajos, podemos frenar la expansión de la bacteria. Esa es la clave. En Florida, las poblaciones del insecto eran altísimas antes de detectarse la enfermedad, lo que facilitó su propagación masiva. En cambio, en California introdujeron un parasitoide que ha funcionado muy bien y ha permitido mantener una incidencia baja del HLB. Si en el Mediterráneo conseguimos algo similar, estaremos ante un auténtico cambio de escenario.

Haber descubierto un parasitoide originario de Europa y confirmar su presencia en Chipre y en la parte continental es un paso enorme para frenar el impacto del vector

El HLB es conocido como la enfermedad más devastadora de los cítricos. ¿Por qué resulta tan difícil de controlar en comparación con otros problemas fitosanitarios?

Porque, sencillamente, no tiene cura. No existe ningún tratamiento práctico que elimine la bacteria una vez infectado el árbol. Se han hecho avances en laboratorio, pero nada aplicable a escala real. A eso se suma que el vector, Diaphorina citri, tiene una capacidad de reproducción y transmisión altísima. Su potencial reproductivo en condiciones favorables es enorme, y eso provoca una dispersión rapidísima. La combinación de un patógeno incurable con un insecto tan eficiente es lo que convierte al HLB en el mayor reto fitosanitario al que se ha enfrentado la citricultura moderna.

¿En qué fase se encuentra la investigación y qué pasos quedan por delante para consolidar este avance?

El próximo paso es regresar a Chipre para evaluar el impacto del parasitoide durante la brotación de otoño. Si se confirma que mantiene niveles bajos del vector, podremos afirmar que el control biológico funciona. Además, estamos intentando identificar cuál es su huésped primario, porque eso permitiría criar el parasitoide sin necesidad de disponer del vector, facilitando un programa proactivo de control. Desde el IVIA también trabajamos en paralelo en otras líneas: buscar material vegetal tolerante, estudiar moléculas que reduzcan el impacto de la enfermedad o identificar genes que puedan conferir resistencia. El HLB es hoy una prioridad absoluta para nuestro centro.

No hay nada a nivel práctico que cure el HLB. Esa es la razón principal: la enfermedad no tiene cura y el vector se reproduce a niveles muy elevados

¿Qué papel ha tenido la colaboración entre el IVIA y otras instituciones internacionales en la consecución de este resultado?

Ha sido fundamental. Ningún país ni centro de investigación puede resolver por sí solo un problema global como el HLB. Este trabajo es fruto de la colaboración entre el IVIA, la Universidad de California Riverside, el Ministerio de Agricultura de Chipre y otras instituciones. Cada socio aporta una pieza al puzle, porque el vector y la enfermedad se comportan de forma distinta según la región. Además, entre otras trabajamos estrechamente con las universidades de Florida y California, que tienen enfoques complementarios. Solo a través de la cooperación internacional podremos anticiparnos y proteger la citricultura europea.

¿Cómo se ha coordinado el equipo multidisciplinar que ha participado en el proyecto?

Ha sido un trabajo de años, basado en reuniones constantes y desplazamientos. Poner en marcha un programa de control biológico clásico desde Valencia en otro país requiere la implicación total de las autoridades locales, y en ese sentido Chipre ha mostrado una gran receptividad. Sus técnicos se han desplazado a California para formarse, y han puesto todos los medios a nuestra disposición. También ha sido clave la colaboración con el Gobierno valenciano y con los equipos de investigación de Florida y California. Gracias a este esfuerzo conjunto hemos podido establecer un modelo de cooperación internacional muy sólido.

El ingeniero agrónomo tiene una visión muy aplicada de la investigación y justamente eso es lo que se necesita para hacer frente a una enfermedad como el HLB

Desde tu experiencia, ¿qué aporta la formación en ingeniería agronómica a la hora de abordar desafíos globales como el HLB?

Aporta una visión práctica y aplicada de la investigación. Un ingeniero agrónomo entiende el problema desde el campo, desde las necesidades reales del agricultor. No basta con conocer los mecanismos biológicos del patógeno o del vector, hay que saber cómo integrar las soluciones en los programas de gestión de plagas existentes. Esa capacidad para traducir el conocimiento científico en herramientas útiles es lo que caracteriza al ingeniero agrónomo. En mi opinión, esa visión global y aplicada es esencial para diseñar estrategias eficaces frente a amenazas como el HLB.

¿Qué impacto puede tener este avance para los agricultores de la Comunitat Valenciana y del resto de zonas citrícolas de España?

Todavía es pronto para cuantificarlo, pero si el parasitoide logra estabilizar las poblaciones del vector, el impacto será enorme. Hablamos de un ahorro millonario en pérdidas evitadas. En zonas como Florida o Brasil se han invertido millones intentando contener el HLB sin éxito, con un desplome brutal de la producción. Si aquí conseguimos mantener las poblaciones del vector bajo control, incluso si la enfermedad llegara, su incidencia sería mínima. En definitiva, este trabajo puede marcar la diferencia entre mantener o perder nuestra citricultura.

Nuestra citricultura mediterránea es la más sana del mundo, con un equilibrio biológico muy estable y una fauna auxiliar que actúa como defensa natural

¿Qué mensaje enviarías a los citricultores que observan con preocupación la amenaza de esta enfermedad en nuestras explotaciones?

Les diría que mantengan la calma, pero también la vigilancia. La detección temprana es clave, y la colaboración de los agricultores es esencial. Nuestra citricultura mediterránea es, hoy por hoy, la más sana del mundo, con un equilibrio biológico muy estable y una fauna auxiliar que actúa como defensa natural. Debemos conservar ese equilibrio y evitar volver a los tratamientos químicos indiscriminados del pasado. El futuro pasa por el control biológico y por la gestión racional de nuestras explotaciones. Esa es nuestra fortaleza y lo que nos permite seguir produciendo cítricos de alta calidad.

Somos una de las pocas instituciones del Mediterráneo que ha ido al foco del problema para actuar de forma proactiva y anticiparnos a la llegada del HLB

¿Qué papel está jugando la investigación valenciana en la protección de un sector tan estratégico como el de los cítricos en el Mediterráneo?

Diría que un papel pionero. Somos una de las pocas instituciones del Mediterráneo que ha ido al foco del problema para actuar de forma proactiva. Hemos realizado misiones en Chipre y trabajamos en colaboración con otros colegas en distintas zonas cítricas del mundo para identificar amenazas antes de que lleguen. Es lo que llamamos estrategias proactivas de control biológico: conocer los enemigos naturales, evaluar las vías de control y prepararnos antes de que el problema se instale. Desde el IVIA, junto con el resto de instituciones implicadas, estamos demostrando que la ciencia valenciana puede liderar la protección de la citricultura mediterránea.