La IA irrumpe en la huella hídrica y redefine los tiempos de la gestión ambiental
La inteligencia artificial está abriendo una nueva etapa en la gestión ambiental. Lo que hasta hace muy poco eran procesos manuales, lentos y altamente dependientes del orden y la disponibilidad de los datos, comienza a transformarse en metodologías más eficientes y capaces de ofrecer resultados en tiempo real. En ese tránsito hacia una consultoría ambiental más ágil, Veolia ha dado un paso significativo al desarrollar, junto a la startup española Manglai, una herramienta específica para el cálculo de la huella hídrica basada en IA.
Un codesarrollo que, en palabras de Yago Lorenzo Toja, director de +POSITIVE, la oferta de Neutralidad Ambiental de Veolia en España, “permitirá reducir a la mitad los tiempos de proyecto y ha permitido integrar metodologías avanzadas en una plataforma capaz de leer, interpretar y clasificar datos que antes requerían meses de trabajo manual”.
Una necesidad creciente: medir mejor, medir más rápido
Veolia, empresa partner del COIAL, lleva años trabajando en metodologías de cálculo de huellas ambientales. Su centro tecnológico Cetaqua fue pionero en España —en 2014 realizó el primer cálculo certificado con la Water Footprint Network— y desde entonces ha acompañado a administraciones y empresas en numerosos proyectos de referencia.
Pero en un entorno en el que la regulación se acelera y las exigencias de reporte se multiplican, la metodología ya no es suficiente: el ritmo al que se generan y deben analizarse los datos obliga a herramientas que permitan trabajar con mayor rapidez y precisión.
El desafío, como señala Lorenzo, reside sobre todo en la calidad y estructura de los datos de partida. “El gran cuello de botella en este tipo de proyectos no es la metodología, sino la recogida de datos. Muchas empresas todavía trabajan con excels sin estructurar, facturas escaneadas o sistemas internos que no están conectados entre sí. La IA, bien aplicada, permite leer, interpretar y clasificar todo ese material en cuestión de segundos”.
La mejora no es menor. En proyectos estándar, la fase de recopilación podía prolongarse durante tres o cuatro meses. Con la herramienta desarrollada junto a Manglai, ese proceso se reduce a un mes. “En conjunto, el proyecto completo puede pasar de seis meses a tres. Es prácticamente trabajar al doble de velocidad”, apunta Lorenzo.
El encuentro con Manglai: la primera herramienta que “sí funcionaba”
A comienzos de 2024, Veolia ya exploraba el creciente ecosistema de startups que prometían soluciones ambientales basadas en inteligencia artificial. Pero la mayor parte de las propuestas no demostraban estar maduras.
“Había muchas empresas que afirmaban tener IA aplicada a huellas ambientales, pero en las demos no veíamos nada realmente funcional”, recuerda Lorenzo. “Cuando Manglai nos enseñó su plataforma, fue la primera vez que encontramos una herramienta que sí tenía sentido, que aportaba valor y que realmente podía ayudar a digitalizar estos procesos”.
Manglai había desarrollado un módulo robusto para la huella de carbono y Veolia identificó el potencial para un codesarrollo centrado en la huella hídrica. Propusieron trabajar juntos en dos módulos basados en las metodologías más utilizadas —la Water Footprint Network y la ISO 14046— y el proyecto avanzó con rapidez.
“Ellos tenían la base tecnológica y nosotros teníamos la solvencia metodológica. Fue un encaje natural”, señala. En abril inició el codesarrollo; antes del verano ya estaban trabajando en casos piloto y, tras la pausa estival, la herramienta estaba lista para su lanzamiento al mercado.
De la teoría a la práctica: cómo se transforma el cálculo de la huella hídrica
La herramienta desarrollada con Manglai permite trabajar con excels masivos desordenados, interpretar facturas escaneadas y reconocer la información relevante para incorporarla automáticamente al inventario. También se integra con plataformas corporativas como sistemas de energía, compras o SAP, desde los que extrae datos sin intervención manual.
Además, permite estructurar la cadena interna de responsables dentro del cliente: quién suministra qué datos, con qué frecuencia, cómo deben validarse y qué alarmas deben activarse si falta información. Esta automatización conecta departamentos que antes trabajaban en silos —medio ambiente, calidad, compras, producción, energía— y reduce en gran medida las idas y venidas habituales en un proyecto ambiental complejo.
“La plataforma no sustituye la consultoría, pero sí elimina las tareas que no aportan valor, como estar horas revisando excels o copiando datos de una hoja a otra”, explica Lorenzo. “Eso nos permite concentrarnos en interpretar resultados, definir alcances y ayudar al cliente en la toma de decisiones”.
El impacto real: proyectos más ágiles y empresas más coordinadas
Si hay un dato que resume el alcance de la colaboración, es este: un proyecto de huella hídrica que antes duraba seis meses ahora puede completarse en tres. Ese ahorro de tiempo, que parece casi una simplificación cuantitativa, refleja en realidad una transformación profunda: la IA está asumiendo tareas que antes consumían gran parte del esfuerzo humano.
Pero el impacto más interesante no es solo la velocidad, sino la capacidad de la herramienta para ordenar y conectar departamentos internos del cliente, algo que Lorenzo considera clave. “El sistema permite identificar qué departamentos intervienen y automatiza los flujos de información, desde la solicitud del dato hasta su validación. Eso genera una disciplina interna que antes dependía de enviar correos, perseguir a compañeros o revisar documentos dispersos”.
En organizaciones complejas, esta estructuración del flujo de datos tiene un efecto directo en la calidad de la información y en la solidez de los indicadores ambientales. Y abre la puerta a que las empresas consulten su huella hídrica con un nivel de frecuencia y detalle nunca visto hasta ahora.
Una nueva forma de entender la consultoría ambiental
Desde la perspectiva de Veolia, este codesarrollo no es un proyecto aislado: representa un cambio de modelo. El sector de la consultoría ambiental, tradicionalmente basado en horas de análisis manual, se mueve ahora hacia un modelo híbrido en el que la inteligencia artificial libera tiempo para las tareas de mayor valor.
“Veíamos que la consultoría ambiental tenía que evolucionar. No podemos seguir dedicando un porcentaje tan alto del tiempo a tareas que no requieren criterio técnico”, afirma Lorenzo.
Aun así, insiste en que la IA no sustituye la parte estratégica del proyecto: la definición del alcance, la identificación de puntos críticos, la interpretación de resultados o el acompañamiento técnico a las organizaciones siguen siendo tareas humanas. “La IA acelera, pero no decide”, resume.
La visión de Veolia apunta a consultorías híbridas, donde los equipos expertos dedican su tiempo a la estrategia y a la interpretación, mientras las plataformas digitales procesan en segundos lo que antes requería semanas. “Estamos en un punto de inflexión. La IA no viene a hacer nuestro trabajo, sino a permitirnos hacerlo mejor y más rápido”, concluye Lorenzo.
La alianza entre Veolia y Manglai es un paso en esa dirección. Un ejemplo de cómo la I+D+i, cuando se aplica con rigor y sentido, puede transformar un sector tan exigente como el de la gestión ambiental, donde la calidad de los datos es tan esencial como la capacidad para analizarlos con agilidad.