Partners17/10/2025

Riego inteligente: la nueva infraestructura invisible de las ciudades del futuro

Las ciudades se enfrentan a una paradoja: cada vez necesitan más agua para mantener sus zonas verdes, justo cuando el recurso se vuelve más escaso y caro de gestionar. Los parques, jardines y cubiertas vegetales no son un lujo; ayudan a reducir el calor urbano, filtran contaminantes y mejoran la calidad de vida. Pero mantenerlos sin despilfarrar agua exige una planificación más fina que la que ofrecen los sistemas tradicionales.

En ese contexto, el riego inteligente se perfila como una pieza central en la infraestructura de las ciudades sostenibles. Ya no se trata de abrir y cerrar válvulas a horas fijas, sino de leer el entorno: humedad del suelo, temperatura, viento, previsión de lluvia o exposición solar. El objetivo no es solo regar menos, sino regar mejor. Esta reflexión parte de la información que nos ha hecho llegar WiseConn, partner del COIAL, especializada en la monitorización y gestión eficiente del agua mediante tecnologías conectadas.

Datos frente a intuiciones

Los nuevos modelos de gestión del agua aplican tecnologías propias del Internet de las Cosas (IoT) para monitorizar en tiempo real lo que ocurre bajo el césped o en las raíces de los árboles. Con sensores distribuidos y sistemas conectados a plataformas en la nube, los gestores urbanos pueden detectar desequilibrios, anticipar sequías o ajustar el riego sin necesidad de desplazarse físicamente.

Esta digitalización permite, además, construir una memoria histórica del comportamiento hídrico de cada zona verde, algo imposible con los métodos manuales. Con esos datos se pueden prever necesidades futuras, programar mantenimientos y diseñar estrategias más eficientes a largo plazo.

Diversas ciudades del mundo han empezado a experimentar con redes de sensores y modelos predictivos que ajustan los turnos de riego en función de la humedad del suelo, las imágenes satelitales o los pronósticos meteorológicos. Los resultados son prometedores: en algunos casos, el consumo de agua se ha reducido hasta en un 40 %, al tiempo que se mejora la salud de las plantas.

Un reto que interpela a la ingeniería

El desafío va más allá de la tecnología. Implica repensar cómo se integran los espacios verdes en el diseño urbano, cómo se planifican las infraestructuras hidráulicas y cómo se cruzan los datos ambientales con la gestión pública. Ahí es donde la ingeniería agronómica tiene mucho que aportar: conocimiento del suelo, del clima y de la fisiología vegetal. Comprender esas relaciones permite diseñar sistemas que no solo optimizan el riego, sino que mejoran la resiliencia urbana ante el cambio climático.