Partners13/06/2025

Tras las huellas químicas de la micorriza MV1 en el vino

Publicamos hoy la segunda parte del reportaje dedicado a conocer el trabajo de I+D+i de nuestro partner ATENS para diseñar micorrizas con capacidad para mejorar la función vegetal. La semana pasada, en la primera entrega de este reportaje, Gorka Erice, director técnico de Atens, nos introdujo en el fascinante mundo de la selección y desarrollo de las micorrizas y en la génesis de la cepa MV1, una solución biológica de vanguardia para los desafíos del cambio climático en el sector vitivinícola. En esta segunda parte, nos adentraremos en el análisis metabolómico, la ciencia detrás de la cuantificación de los beneficios de MV1 en la calidad del vino, de la mano de Juan Ramón Crespo, Coordinador de Desarrollo para España de Atens, y del propio Gorka Erice.

Una vez conocido el desarrollo del producto, el reto está en cuantificar con la mayor eficacia posible sus resultados. Juan Ramón Crespo, Coordinador de Desarrollo para España de Atens, explica la complejidad de medir el impacto de la micorriza: «No solo para nuestros productos, sino para muchos otros, no existe una manera única de comprobar su efectividad y sus efectos sobre la planta, por lo que le añade complejidad». A diferencia de un insecticida, cuyos efectos son visibles de inmediato, la acción de un producto biológico como la micorriza impacta en varios momentos y procesos del cultivo. «Nos encargamos de mirar y analizar muy bien que realmente los productos están funcionando. Buena parte de mi tarea, el desarrollo en campo, es encontrar formas fáciles de que el agricultor, las bodegas y el enólogo vean la diferencia».

Crespo enfatiza la necesidad de disponer de herramientas para cuantificar estos beneficios: «Muchas veces es muy fácil, es a través de plantilla de cosecha, a lo mejor de coloración de hoja o cualquier parámetro de momento de maduración». Sin embargo, insiste en la importancia de la medición rigurosa: «Tienes que medir para saber que el efecto buscado se ha conseguido. Medir, cuantificar y llevarlo a estadística».

La metabolómica como base del análisis

«La herramienta fundamental de este ensayo es el análisis de metabolómica. Estamos hablando de una herramienta súper novedosa y muy seria, que te permite conocer, a nivel bioquímico, qué está pasando en la planta: qué procesos estamos mejorando, qué procesos estamos atenuando». Este análisis, según Crespo, es complementario y permite ir desde lo más elevado –la explicación de cómo se ha mejorado la calidad del vino– hasta la razón exacta de esa mejora. «Esto te dice por qué lo has mejorado y en qué puntos exactamente lo están mejorando».

Para practicar este análisis, se toman muestras de los órganos sumidero, es decir, el fruto, donde van todos los nutrientes de la planta. «Cogemos muestras del fruto, y también de las hojas. De esta manera, tenemos el ciclo completo de la bioquímica de la planta, con datos provenientes de los puntos donde se producen y se almacenan todos los compuestos de la planta, y lo llevamos al laboratorio». Una vez allí, se utilizan máquinas muy nuevas, poco comunes en el ámbito agrícola, y con ayuda de la bioinformática se realizan comparaciones. «Estamos hablando que para este ensayo se han analizado más de 700 compuestos».

La tecnología detrás del análisis metabolómico

Gorka Erice, director técnico de Atens, profundiza en la tipología de la maquinaria utilizada para estos análisis. «Se trata de maquinaria específica, delicada y de una gran precisión. Se utilizan, sobre todo, para control de la salud humana, no es nada habitual hacer análisis agrícolas, que suelen ser mucho más sencillos y de carácter físico. Cuando Juan Ramón nos manda muestras, nosotros hacemos una extracción de los metabolitos y los sometemos al análisis LC-MS, que significa Cromatografía Líquida acoplada a Espectrometría de Masas. Con la cromatografía líquida conseguimos separar esos metabolitos, y con la espectrometría de masas, se identifica a esos metabolitos». El resultado final es una lista de metabolitos con su abundancia relativa asociada para cada muestra.

La potencia de la bioinformática en la agronomía

«Si nosotros recibimos una serie de muestras de plantas tratadas y una serie de muestras de plantas no tratadas, con el análisis bioinformático lo que podemos obtener es cuáles son los metabolitos que han sido significativamente afectados por el tratamiento, en este caso, por la micorriza: los que han aumentado en las plantas micorrizadas con respecto a las no micorrizadas y los que han disminuido», añade Erice. Esto permite identificar qué rutas metabólicas ha activado el tratamiento con micorrizas, así como fijarse en metabolitos específicos, como los ácidos orgánicos. «Podemos saber cuáles son las rutas metabólicas que ha activado ese tratamiento a base de micorrizas. Podemos fijarnos en metabolitos concretos, como por ejemplo, los ácidos orgánicos si los vamos buscando en nuestra lista».

Erice destaca que esta herramienta es fundamental para comprender el modo de acción de los productos. «Al final, es fundamental saber no solo que los productos funcionan, sino cuál es el modo de acción de los productos para poder buscar un mejor momento de aplicación o una mejor combinación de diferentes productos a modo de protocolo que pueda maximizar, a veces no solo la producción, sino también la resistencia de la planta». Aunque estas técnicas son novedosas en agronomía, Atens lleva aproximadamente una década apostando por ellas como parte de su estrategia de I+D+i.

MV1: una solución ante el cambio climático

Respecto al problema del aumento de temperaturas y su impacto en la calidad del vino, Erice es contundente: «Hay veces que no tiene mucho sentido hablar de incremento de la producción, porque hay denominaciones de origen que establecen unas cuotas de producción». Un ejemplo es Ribera del Duero, donde «no se puede producir más de 5.000 kg por hectárea; por tanto, el objetivo está en producir esos 5.000 kg con muy buena calidad». Si bien la micorriza puede incrementar la producción por otros factores, el objetivo principal de este proyecto con MV1 fue la calidad del mosto y del vino.

La clave del éxito de MV1 radica en su capacidad como antiestresante. «La micorriza es un potente antiestresante. Y eso es lo que ha hecho que al final, la cepa o la planta exprese todo su potencial o le dé tiempo a expresar todo su potencial, que muchas veces ese exceso de temperatura no le deja expresar». Los resultados del ensayo demostraron que los vinos de plantas tratadas con micorrizas tienen una composición mucho más compleja, mientras que los vinos sin tratamiento resultan mucho más planos.

«Toda esa complejidad orgánica, todos esos compuestos que deberían darle mejor sabor, mejor color, mejor cuerpo al vino, muchas veces se simplifican en moléculas tan simples como los azúcares que van a convertirse en alcohol, y salen vinos mucho más planos», relata el director técnico de Atens. La micorriza también ayuda a la planta a soportar la falta de agua. «Lo que se va buscando y para lo que funciona muy bien la micorriza es en la lucha contra el cambio climático debido a las altas temperaturas y a la, muchas veces también, falta de agua, que también amortigua muy bien la micorriza». En condiciones de estrés por calor, las plantas micorrizadas «siguen realizando procesos y siguen trabajando. No paran, no sufren tanto estrés debido a calor extremo», concluye Erice.