04/02/2022

Ingenieros agrónomos gestionan la obtención del sello Cálculo de Huella de Carbono para el campo de golf de Lo Romero

Los ingenieros agrónomos demostramos día a día nuestra versatilidad y capacidad para afrontar todo tipo de proyectos. Ha sido nuestro colectivo profesional en el que se ha apoyado la dirección del campo de golf en Lo Romero, ubicado en Pilar de la Horadada, para llevar adelante la certificación del sello Cálculo de Huella de Carbono, un proceso que comenzó en 2016.

Primer campo de golf de la CV en alcanzar esta distinción
“Tenemos una relación muy especial con Lo Romero, que es el campo que alberga los campeonatos que organiza el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Murcia”, afirma Antonio Campillo, colegiado de esa entidad. “Por eso mismo, hemos asesorado a su propietario, Victoriano Jiménez, para ayudarle a conseguir el sello Cálculo de Huella de Carbono, que le ha sido otorgado recientemente y lo ha convertido en el primer campo de golf de la Comunitat Valenciana y el tercero de España en alcanzar esta distinción”, añade.

Victoriano Jiménez se ha mostrado muy satisfecho por haber logrado ese objetivo: “Llevamos cinco años enviando datos al Ministerio de Transición Ecológica y reto Demográfico. En 2021 nos comunicaron la noticia de que nos daban el primer tramo del sello Calculo+Reduzco+Compenso, que es el del Cálculo”. Pero esta estrategia no es algo nuevo para Lo Romero. Según Jiménez, “tenemos esas sensibilidad desde 2008, cuando nos adaptamos a las normas internacionales para la gestión medio ambiental  ISO-UNE 14.001, unos protocolos de actuación en el día a día de nuestros diferentes departamentos”.

Reducir el impacto en el entorno
El propietario de Lo Romero explica que gracias a este sello, “podremos saber qué impacto tiene nuestra actividad en el entorno donde estamos ubicados. Quien no sabe la profundidad de su huella no sabe cómo puede reducirla. Los próximos años trabajaremos en los siguientes tramos, que son Reduzco y Compenso, y para ello ya estamos planificando nuevas actuaciones”.

Entre los compromisos de Lo Romero están la reducción del consumo eléctrico, la reducción en el uso de combustible y de agua regenerada, la captación de nuevos recursos hídricos y la reducción de envases plásticos.

Para su propietario, este sello supone “continuar con uno de los elementos que nos diferencian en el sector de los campos de golf; afianzar nuestra trayectoria de encontrarnos e identificarnos con nuestros jugadores; redoblar nuestro esfuerzo por evidenciar ante nuestro entorno más inmediato y la sociedad en general; y redoblar nuestra apuesta comprometida de un deporte. Nuestra campo de golf ocupa 68 hectáreas en un espacio natural y queremos favorecer y preservar una reserva natural de flora y fauna autóctona mediterránea en esta zona”.

El papel de los ingenieros agrónomos
Para conocer en detalle el proceso que ha de seguir una instalación de este tipo volvemos a preguntar a Antonio Campillo: “Para determinar la huella de carbono hay que detectar y calcular cuáles son tus fuentes de emisión de CO2. En el caso de los campos de golf, una de las principales es la aportación de abonos nitrogenados. Por tanto, un ingeniero agrónomo ha de optimizar la fertilización de un campo de golf para reducir la huella de carbono. Desempeñamos un papel fundamental porque somos los que optimizamos el uso de fertilizantes, algo que es rentable para el campo y para el medio ambiente”. El estudio y optimización de la fertilización nitrogenada en un campo de golf, que de media tiene una extensión de entre 50 y 60 hectáreas, puede generar ahorros muy importantes, tanto económicos como de huella de carbono.

Pero no solo el abonado es un factor a mejorar para reducir la huella de carbono en un campo de golf. Las otras emisiones se calculan con consumos energéticos y de combustible. “Los ingenieros agrónomos podemos optimizar los consumos de combustibles fósiles que generan las maquinarias agrícolas y la energía eléctrica utilizada para riego. Estudiamos y cuantificamos esos parámetros no solo para calcularlos, sino también para reducirlos. Optimizando las cantidades de agua a aportar conseguimos minimizar tiempos de riego. Un ahorro de un metro cúbico no tiene apenas importancia, pero sí desde el punto de vista de la energía para mover esa agua. Un ingeniero agrónomo sabe qué parámetros hay que medir”.