10/09/2021

La quinta del 45 celebra sus 50 años como ingenieros agrónomos

Nacieron entre 1944 y 1946 y estudiaron en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos antes de que existiera la Universidad Politécnica de Valencia. Pertenecen a la quinta promoción del plan del 57. Son los pioneros de una profesión que se consideró necesaria, casi antes que cualquier otra, en la década de los 60, para llevar a cabo los planes de desarrollo de una España en pañales que fueron aprobados por un político a quien los menores de 50 años ya no son capaces de recordar: Laureano López Rodó.

Son memoria viva de nuestra profesión y pioneros en un mundo que no era ni parecido al que conocemos ahora, que no existiría sin los primeros pasos de estos hombres y de alguna mujer avanzada a su tiempo. Han trabajado en la empresa privada, en la universidad o en la administración y han sentado las bases de la ingeniería agronómica moderna.

Ilusión por el reencuentro tras dejar atrás lo más crudo de la pandemia
Tras sobrevivir a una pandemia y después de varios aplazamientos, están muy ilusionados por celebrar sus cincuenta años en la profesión. Algunos de ellos llegan la tarde del miércoles a la sede del COIAL para reunirse y ultimar los preparativos de esta reunión. Y no nos podemos resistir a sacar la grabadora y preguntar, a escuchar cómo fueron aquellos inicios en los que casi todo estaba por inventar.

“Los cursos de entonces eran muy distintos a los de ahora, que van por asignaturas y mucha gente del mismo curso ni se conoce. Nosotros éramos cursos muy uniformes que empezamos y acabamos la carrera más o menos los mismos: nos conocíamos prácticamente todos”, recuerda Ángel Ruiz Jaén, uno de los organizadores del reencuentro, que tiene un recuerdo para los que ya no están. “En ese curso, el último del plan antiguo, éramos 77 y de esos ya han fallecido 28, el último el pasado mes de mayo”, lamenta. “Eso supone el 36 y pico por ciento del total”, añade para dejar patente su deformación profesional. “34 hemos comunicado que asistiremos a uno o los dos días de celebración, algunos solos y otros acompañados, y los que no vienen, excepto 3 o 4, no lo hacen debido a problemas particulares físicos, aunque han manifestado las ganas de poder haber compartido este momento”

El programa de festejos
El día 14 de octubre está previsto celebrar una cena de recepción en el Ateneo con una copa de bienvenida. Y al día siguiente se oficiará una misa en la Capilla del Santo Cáliz, luego está prevista una visita a la escuela, donde habrá una recepción con el director y si hay tiempo, se girará otra visita al museo agrícola dirigido por Juan Gisbert. A continuación se celebrará el almuerzo de clausura. “Y después, cada mochuelo a su olivo”, remata Ángel.

“Somos la última promoción del plan del 57, y nuestro plan de estudios era de siete años. A mí me hace gracia cuando hablan del selectivo y escuchas que hay madres preocupadísimas porque tienen un hijo que se presenta. A mí me gustaría decirle: señora, que hoy en día aprueban el 98% de los que se examinan. Nosotros hacíamos la reválida de cuarto, la reválida de sexto y el examen de ingreso en la Facultad de Ciencias, y el índice de aprobados en ese último examen era del 20 o el 25%”. Y recuerda lo estricto de las normas de entonces: “Te daban cuatro convocatorias para aprobar una asignatura, y en el caso de que no la aprobaras, tenías que dejar la carrera”. Así de sencillo y así de crudo.

Una de las tres primeras mujeres tituladas en la UPV
Suena el timbre y aparecen más miembros del comité organizador del festejo. Atesoran saber a espuertas en lo que fueron sus respectivos ámbitos de trabajo. Entre ellos, María Ángeles Lluch Rodríguez, una de las primeras mujeres valencianas en estudiar ingeniería agronómica, que ha sido catedrática de Tecnología de los Alimentos.

“Soy la cuarta titulada de la Escuela de Agrónomos y una de las tres primeras tituladas de la Universidad Politécnica de Valencia, porque la UPV nació después que la escuela de agrónomos”. Ella nos recuerda cómo eran aquellos cursos: “Tuvimos primero una formación básica esencial muy rigurosa, que eso yo creo que nos estructuró la mente para siempre, y a partir de ahí fue un abanico de áreas de conocimiento tan grandes que luego nos permitió trabajar en una serie de campos completamente dispares. Teníamos formación para completar rápidamente lo que se requería y liderar cualquier cosa que se nos pusiera por delante”.

Una base muy extensa
Ángel redunda en la misma idea: “Todos estudiamos la misma botánica, la misma microbiología, la misma genética, la misma construcción, la misma electrotecnia, la misma termodinámica. No había especialidades. El plan de estudios era tan multidisciplinar que luego acabábamos la carrera, nos dispersábamos y tenías compañeros en todos los campos profesionales. Estábamos preparados para poder abordar cualquier tipo de problema porque teníamos una base muy extensa”.

Volvemos a López Rodó y sus planes para modernizar España, lo que explica que la de agrónomos fuera la primera escuela superior de ingeniería en Valencia. “Cuando nosotros empezamos agrónomos en Valencia solo estaba la escuela de peritos industriales. Fue una apuesta de los agrónomos que vivían en Valencia, una región agrícola donde los cítricos tenían mucho peso. Los agrónomos de aquí lucharon por abrir una escuela y el Ministerio se la concedió porque para liderar los planes de desarrollo de López Rodó hacían falta técnicos superiores capaces de ocupar puestos importantes en todas las áreas”, explica Ángel.

Prohibido examinarse sin corbata
No queremos acabar este reportaje sin reproducir tres anécdotas que ilustran aquellos años 60 en España. La primera la cuenta Ángel: “Hubo una asignatura en la que 3 de los alumnos sacamos la misma nota: un 9. Y uno de nosotros 3 era una de nuestras compañeras. El catedrático nos dijo que única la matrícula de honor que podía dar se la iba a otorgar a la chica”.

Y las otras dos las relata María Ángeles: “Cuando vine aquí a colegiarme, que aún era una cría, entregue todos los papeles y cuando ya estaba todo en regla, me dijo María Pilar, que ha sido una institución en el colegio y que se acaba de jubilar, que esperase un momento. Y al cabo de un rato me hizo pasar a una salita donde estaban esperándome el decano, el secretario técnico y alguna persona más que no recuerdo, para darme la bienvenida”. Pero la que más nos sorprende, sin duda, es esta: “Dos de nuestros compañeros fueron sin corbata a un examen y el profesor, José María del Rivero, los mandó a su casa para que se la pusieran y volvieran al examen. Así tuvieron que hacerlo”.