“El amplio análisis que hacemos de cada reto que se nos propone nos obliga a abrir la mente”

El espíritu innovador innato de Jaume Sastre le ha llevado a recorrer multitud de caminos en la ingeniería agronómica: riego por goteo, transformación de regadíos, tratamiento de agua depurada, reutilización de aguas, medio ambiente y energías renovables. Es en esta última área donde más experiencia acumula. En 2005 fundó su empresa, Emin Energy, con un ADN innovador que le ha llevado a ser pionero en la instalación de paneles fotovoltaicos flotantes. También ha hecho parques fotovoltaicos llave en mano. Ahora trabaja en un proyecto de drones para topografía y agricultura que ayudará a mejorar la agricultura de precisión mediante imágenes. Está a punto de firmar dos acuerdos con la UPV: un convenio para desarrollar proyectos de agrivoltaica y una cátedra para el análisis de la efectividad de los tratamientos mediante drones. Y también está dirigiendo un proyecto de inversión en el sector agroalimentario como responsable técnico.

¿Cómo cree que percibe la sociedad a los ingenieros agrónomos?

Creo que la sociedad nos percibía como profesionales con dedicación exclusiva al campo y a la producción vegetal principalmente, y eso está cambiando de forma muy rápida: “¿Entonces, los ingenieros agrónomos podéis hacer de todo? ¿Hay ingenieros agrónomos en todos los sectores?” Pues sí, así es, estamos presentes en multitud de sectores aportando valor.

¿Cuáles cree que son las claves del éxito en nuestra profesión?

Entendemos que la base de todo es la tierra, y en su superficie o en su interior se puede desarrollar cualquier actividad tanto natural como humana. El ingeniero agrónomo es capaz de extrapolar esto a cualquier circunstancia que se le ponga delante y, por lo tanto, ve con claridad los diferentes caminos que puede elegir para llegar a su objetivo.

¿Cómo se ha conseguido ganar la confianza de los ciudadanos?

La confianza de los ciudadanos se gana a través del trabajo bien hecho y de las soluciones integrales que se les da cuando buscan un servicio profesional. Cuando un cliente se acerca a un profesional es porque quiere plantearte un reto o te pide ayuda para solucionar alguna problemática. En ese momento hay que tener la cabeza clara para elegir el camino a seguir y ser capaz de definir un objetivo con unas prioridades para encontrar una solución satisfactoria para el cliente. Esa forma de plantear las soluciones es la base para generar confianza.

Los ingenieros agrónomos vemos con claridad los diferentes caminos que podemos elegir para llegar a un objetivo

¿Qué hemos aportado a la sociedad a lo largo de las últimas décadas?

Nuestra aportación ha sido fundamental durante décadas. El incremento poblacional mundial ha requerido la necesidad de un cambio en el sistema de producción agropecuaria absoluto con respecto a hace un siglo. Y ha sido a todos los niveles: sistemas de producción agrícola, de distribución, necesidades energéticas que cubrir, mecanización de los cultivos y un largo etcétera de cambios que se han producido en los que los ingenieros agrónomos hemos sido pilares fundamentales.

Lleva usted innovando en la producción agrícola desde hace más de 20 años. ¿Cuál de todas sus aportaciones a la ingeniería agronómica cree que es más relevante?

Creo que mi mayor aportación ha sido visibilizar nuestra profesión en el mercado energético e introducir en ese sector a muchos compañeros de profesión y a usuarios que necesitaban un gestor energético objetivo y que vele por sus intereses. Como proyectos interesantes en los que he participado, citaría la dirección del Proyecto de Sistema de Cubiertas Flotantes Fotovoltaicas, la primera instalación de ese tipo ejecutada en el mundo. También he participado en la creación de una plataforma de tratamientos agrícolas mediante drones y en varios proyectos de I+D+i.

Hay un ritmo muy importante de aplicación de la innovación en la producción agronómica

Dice usted que los ingenieros agrónomos tienen la mente muy abierta. ¿Con eso se nace o se hace?

Buena pregunta. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Creo que el ingeniero agrónomo nace con una obertura latente de la mente, que se acaba de desarrollar durante los estudios y en la vida profesional. El amplio análisis que hacemos de cada reto que se nos propone nos obliga a abrir la mente. Cultivando esa forma de hacer los análisis de forma transversal e integrando los diferentes conocimientos conseguimos esa mente abierta.

¿Cree que la innovación en la producción agronómica va por delante de la que en España se aplica en otros sectores?

No. Estamos en una época en que la innovación va a una velocidad que yo diría que es inalcanzable, hoy en día hay hubs de innovación donde cada segundo, incluso cada nanosegundo, se avanza en la innovación de algún aspecto importante. No obstante, sí que hay un ritmo muy importante de aplicación de la innovación en la producción agronómica, que se ha visto aumentada debido a los acontecimientos de estos últimos años.

La agrivoltaica no debe ser un proyecto aislado, sino estandarizado, que permita que la agricultura siga siendo un modelo de modernización y del uso racional de recursos

¿Cómo se imagina el sector agroalimentario español dentro de 50 años?

Me lo imagino dividido en dos sectores. Los grandes productores de alimentos, con explotaciones totalmente mecanizadas y que servirán para alimentar a gran parte de la población creciente mundial, por una parte. Y por otra, los productores locales, de proximidad, que mantendrán las formas ancestrales de cultivos de una forma menos automatizada, pero con una masa de consumidores y de población convencida con este tipo de producción y de consumo y que irá también en aumento.

Hace unos años hubo un gatillazo en España en lo referente al desarrollo de las energías renovables. ¿Cree que el riesgo de que ocurra de nuevo ha desaparecido?

El gatillazo que ocurrió hace unos años fue debido a la existencia de políticas de subvenciones directas por la venta de energías renovables, que en cualquier sector no favorecen la explotación de la inversión, sino que se provoca hacer la inversión porque me dan la subvención. Además había una política en contra de las instalaciones de autoconsumo, que llegó a regularse por parte del Gobierno Español al mismo nivel de multas que un vertido radiactivo… Actualmente no existen subvenciones directas para la venta de energía, los precios de la cual se rigen por el libre mercado, por lo que el riesgo de gatillazo es menor. Pero ojo, si se instala más capacidad de la que la infraestructura de transporte y distribución energética permiten volveremos a caer en inversiones no rentables, porque no podrán evacuar la energía. Y, por otro lado, sí que se están potenciando los autoconsumos. El riesgo no ha desaparecido totalmente, ya que en cualquier momento hemos visto que pueden cambiar las reglas del juego y aunque no haya subvenciones para quitarlas, ¿quién nos puede asegurar que no surjan impuestos asociados a las nuevas instalaciones? Yo no me atrevo a hacerlo.

Se necesita optimizar hasta el infinito el aprovechamiento de cada litro de agua

Uno de sus múltiples proyectos gira en torno a la energía agrivoltaica. ¿En qué consiste?

Pues como especialistas en energías renovables desde hace años, nos hicimos las preguntas: ¿Es el sol “exclusivo” para la agricultura? ¿Es el sol “propiedad” de las instalaciones fotovoltaicas? La respuesta es no, ¿verdad? Por tanto, si ese recurso no es de nada ni de nadie, ¿podría ser usado al mismo tiempo por ambas “plantas”? Esto es la agrivoltaica: la convivencia de dos sistemas cuyo recurso principal es el sol y que permite que ambos sistemas no se desplacen entre ellos. Pero la agrivoltaica no debe ser un proyecto aislado, sino algo estandarizado que permita que la agricultura siga siendo un modelo de modernización y del uso racional de recursos. Y nosotros estamos en un proyecto de I+D+i cuyo objetivo es estudiar del uso de instalaciones fotovoltaicas en suelos agrícolas, estudiar las interacciones entre ambos aprovechamientos y evaluar la rentabilidad agrícola y fotovoltaica en conjunto. La península ibérica debería seguir siendo la despensa de Europa y también la batería energética de Europa.

¿Cómo definiría la evolución que ha experimentado nuestra profesión en las últimas décadas?

Como una evolución de apertura hacia la sociedad, de demostrar que somos necesarios en gran parte de los procesos obligados para la supervivencia y también que somos valiosos como profesionales en otras áreas donde no hemos tenido presencia. Además, el ingeniero agrónomo tiene una visión de sostenibilidad y circularidad que actualmente, y ante la emergencia climática mundial es una figura fundamental que debe participar activamente en la lucha contra el cambio climático.

¿Qué amenazas acechan a la profesión?

No lo sé, porque amenazas como tales no las veo. Además, actualmente la profesión vive un momento dulce en cuanto a demanda de profesionales. La mayor amenaza asociada a nuestra profesión es querer entrar en algún sector que no se controle, porque como tenemos esa amplitud de conocimiento, por el afán de entrar en algún sector desconocido podamos desacreditar la profesión.

¿A qué retos nos enfrentamos?

El mayor reto al que nos enfrentamos es que estamos en un momento de emergencia climática mundial y ante una absoluta revolución del sector agroalimentario. Somos necesarios y cada uno de nosotros debe estar preparado para afrontarlo. La revolución que ya estamos viviendo requiere digitalizar la industria agroalimentaria en todas sus fases, desde la producción hasta la manufactura y distribución. Se necesita optimizar hasta el infinito el aprovechamiento de cada litro de agua. La agricultura y los montes deben actuar como sumideros de CO2, y ahí también somos necesarios.