“Cada año entran unas 10 nuevas plagas y enfermedades en el territorio de la Unión Europea”

Antonio Vicent es doctor ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Valencia. Inició su carrera investigadora en 1998 como becario en la Unidad de Patología Vegetal de la ETSI Agrónomos de Valencia, donde desarrolló su actividad hasta el año 2009, cuando se incorporó como investigador a la Unidad de Micología del IVIA, de la que actualmente es el responsable. Desde 2021 es también Coordinador del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA. Su línea de trabajo se centra en el desarrollo de programas de control integrado de enfermedades causadas por hongos, principalmente en cítricos y otros frutales. En esta área ha liderado varios proyectos de investigación del plan nacional y convenios con empresas. Lleva a cabo también estudios de análisis de riesgos de introducción de enfermedades exóticas y de cuarentena en la UE. Ha participado en varios grupos de trabajo internacionales y proyectos europeos sobre patógenos de cuarentena. Ha sido vocal de la Sociedad Española de Fitopatología y actualmente es miembro de Panel de Sanidad Vegetal de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

¿Cómo cree que percibe la sociedad a los ingenieros agrónomos?

Tradicionalmente, la imagen del ingeniero agrónomo ha estado directamente asociada a las explotaciones agrarias, desde su fase inicial de diseño como proyectista hasta su posterior gestión agronómica. Aunque esta sigue siendo una parte importante de nuestra actividad profesional, actualmente la sociedad también nos identifica en otras de nuestras competencias profesionales como son el ámbito empresarial, medioambiental y calidad. En este sentido, las actuaciones que llevan a cabo nuestros colegios y agrupaciones profesionales, además de garantizar nuestros ámbitos competenciales, son fundamentales también para visibilizar y poner en valor las diferentes facetas de nuestra profesión.

A pesar de todos los medios que tenemos a nuestro alcance, se estima que un 40% de la producción global de alimentos se pierde por el efecto de las plagas y enfermedades

¿Cuáles cree que son las claves del éxito en nuestra profesión?

Claramente, la versatilidad de nuestra profesión y la capacidad de adaptación a las nuevas demandas de la sociedad. En nuestra formación académica, que podríamos definir como ‘troncal’, aprendimos las bases de numerosas disciplinas que abarcan por ejemplo desde la ingeniería hidráulica hasta la fitopatología. Es después, ya en el desarrollo de nuestra carrera profesional, donde cada uno nos hemos ido especializando e incluso creando nuevas áreas trabajo, respondiendo así a las necesidades cambiantes de la sociedad.

¿Cómo se ha conseguido ganar la confianza de los ciudadanos?

Gran parte de nuestro trabajo se desarrolla en el sector primario, indispensable para la sociedad. Esto se puso de manifiesto especialmente durante la pandemia, cuando el abastecimiento de alimentos pasó al primer plano mediático como una necesidad básica. Por otra parte, el hecho de que la nuestra sea una profesión regulada, implica un alto grado de responsabilidad y compromiso con la sociedad. Aspectos como pueden ser la estabilidad estructural de una edificación o la seguridad de una aplicación fitosanitaria pueden tener consecuencias de gran trascendencia para la ciudadanía. El hecho de que estos y otros aspectos estén diseñados y supervisados por profesionales competentes, que observen el código deontológico, es fundamental para que la sociedad confíe y valore nuestro trabajo.

La encrucijada entre la reducción de fitosanitarios químicos y la entrada constante de nuevas plagas y enfermedades es sin duda un reto sin precedentes

¿Qué hemos aportado a la sociedad a lo largo de las últimas décadas?

Ciertamente, los ingenieros agrónomos hemos tenido una actuación decisiva en la transformación agraria de nuestro país, donde hemos alcanzado unos niveles de eficacia y eficiencia productiva que eran impensables hace unas décadas. Aquí también me gustaría destacar nuestra contribución en el ámbito de la sanidad vegetal, donde los ingenieros agrónomos fuimos pioneros estableciendo las bases para el control de plagas y enfermedades. Actualmente, nuestra profesión está realizando aportaciones notables también en aspectos medioambientales, las nuevas tecnologías, con la digitalización de la agricultura, y las energías renovables.

Los ingenieros agrónomos somos los principales responsables de la sanidad vegetal de los cultivos. ¿Cómo llevamos la lucha?

Actualmente, la sanidad vegetal es uno de los mayores retos en el ámbito de la producción agraria. A pesar de todos los medios que tenemos a nuestro alcance, se estima que un 40% de la producción global de alimentos se pierde por el efecto de las plagas y enfermedades. Los agentes nocivos a los que nos enfrentamos hoy y los medios de lucha disponibles son muy diferentes a los que había hace un par de décadas, que son los que estudiamos durante la carrera. Por eso, conocer las bases y las estrategias de control es fundamental para que como técnicos podamos adaptarnos a esta lucha siempre cambiante.

Las competencias agronómicas y su relación con la sanidad vegetal van a ser mucho más importantes para redefinir los sistemas agrarios

¿Hacia dónde evoluciona la sanidad vegetal?

Como resalté en la jornada organizada por el COIAL, la sanidad vegetal en Europa se encuentra en una encrucijada. Por una parte, el pacto verde y la estrategia de la granja a la mesa establecen una reducción sin precedentes en el uso de fitosanitarios químicos. Por otra, se ha calculado que cada año entran unas 10 nuevas plagas y enfermedades en el territorio de la Unión Europea. Con esta mayor presión de agentes nocivos y menos herramientas para hacerles frente, la sanidad vegetal evoluciona hacia un escenario de enorme inestabilidad.

En base a la anterior, ¿en qué competencias debe ir formándose/reciclándose los ingenieros agrónomos que en el futuro se responsabilizarán de esta labor?

Lógicamente, va a ser necesaria una formación continua sobre las nuevas plagas y enfermedades a las que nos enfrentamos y los nuevos medios de lucha disponibles, muchos de ellos con una gran componente tecnológica. No obstante, en mi opinión, las competencias agronómicas y su relación con la sanidad vegetal van a ser mucho más importantes para redefinir los sistemas agrarios. Actualmente, el diseño agronómico de las explotaciones responde principalmente a maximizar y optimizar la productividad. En este nuevo escenario, con menos herramientas terapéuticas disponibles y de menor eficacia, la prevención y control de plagas y enfermedades debe ser una de las premisas de diseño de las explotaciones agrarias. Aspectos agronómicos como las fechas y densidades de siembra, elección de variedades, tipos de poda, etc. influyen de forma determinante en el desarrollo de plagas y enfermedades. Además de la terapéutica, los ingenieros agrónomos vamos a tener un papel fundamental en el diseño e implementación de todas estas prácticas agronómicas.

El COIAL proporciona servicios que podrán adaptarse mejor a nuestras necesidades cuanto mayor sea el colectivo de profesionales de la sanidad vegetal que estemos colegiados

¿Cuáles son las principales amenazas que nos acechan? ¿Estamos preparados para afrontarlas?

La principal amenaza a la que nos enfrentamos es la introducción de nuevas plagas y enfermedades. El riesgo de entrada de organismos nocivos es inherente al comercio, podemos minimizarlo con normativa y medidas fitosanitarias sobre las importaciones, pero este riesgo nunca será cero. Además, las importaciones ilegales de material vegetal quedan fuera del control fitosanitario y suponen un riesgo enorme. Es cierto que el nuevo reglamento europeo de sanidad vegetal que entró en vigor en 2019 tiene un enfoque más proactivo y menos reactivo que la directiva anterior. En cierta forma, esto nos hace estar mejor preparados para afrontar la gestión de brotes de nuevas plagas y enfermedades. No obstante, frente a una nueva enfermedad, las soluciones a largo plazo vienen determinadas principalmente por la disponibilidad de material vegetal resistente o tolerante. Estos trabajos de mejora vegetal llevan mucho tiempo, sobre todo en especies leñosas, y para estar preparados hay que iniciarlos mucho antes de que se detecte un brote en nuestro territorio. En este sentido, la visión estratégica y la colaboración con los países afectados son fundamentales.

La verdad es que el colectivo de ingenieros agrónomos que se dedica a la protección de cultivos no está especialmente vinculado al COIAL, ¿qué nos dirías a cada una de las partes?

Efectivamente, es una situación que los que nos dedicamos a la sanidad vegetal hemos notado desde hace años. Al COIAL, diría que potencie los esfuerzos para visibilizar la sanidad vegetal como un ámbito competencial propio de los ingenieros agrónomos, que además cuenta con una dilatada historia en nuestra profesión. A los compañeros y compañeras, les diría que llevo 20 años como colegiado, todos ellos desarrollando mi actividad profesional en el ámbito de la sanidad vegetal en diferentes administraciones públicas. El COIAL proporciona servicios que podrán adaptarse mejor a nuestras necesidades cuanto mayor sea el colectivo de profesionales de la sanidad vegetal que estemos colegiados.

Frente a una nueva enfermedad, las soluciones a largo plazo vienen determinadas principalmente por la disponibilidad de material vegetal resistente o tolerante, y estos trabajos de mejora vegetal llevan mucho tiempo

¿Cómo definiría la evolución que ha experimentado nuestra profesión en las últimas décadas?

Como hemos comentado antes, la profesión ha evolucionado hacia la multidisciplinariedad. Aun siendo la producción agraria una parte importante de nuestra actividad profesional, la verdad es que muchos de mis compañeros de promoción se dedican a temas medioambientales, paisajismo, calidad o gestión empresarial, y he de resaltar que lo hacen exitosamente en ámbitos extremadamente competitivos.

¿Qué amenazas acechan a la profesión?

Podríamos pensar que esta multidisciplinariedad podría ser una amenaza a nuestra identidad profesional, que como ya he comentado, tradicionalmente ha estado asociada a las explotaciones agrarias. No obstante, creo que en realidad, esta multidisciplinariedad es una gran oportunidad, que de hecho queda patente en las altas tasas de empleabilidad de los nuevos egresados. Nuestra profesión ha sabido adaptarse y dar respuesta a las necesidades de una sociedad cambiante, esa es en realidad nuestra seña de identidad.

Aspectos agronómicos como las fechas y densidades de siembra, elección de variedades o tipos de poda influyen de forma determinante en el desarrollo de plagas y enfermedades

¿A qué retos nos enfrentamos?

Sin duda, la sostenibilidad es el mayor reto a que se enfrenta nuestra profesión. Además de ser sostenibles socioeconómicamente, los procesos productivos deben ser sostenibles desde el punto medioambiental, en un marco normativo cada vez más exigente. Nuestra actividad profesional se desarrolla principalmente en el medio rural, donde el escrutinio social sobre los aspectos medioambientales es mucho mayor que en las zonas urbanas. En el ámbito de la sanidad vegetal, como ya he comentado, la encrucijada entre la reducción de fitosanitarios químicos y la entrada constante de nuevas plagas y enfermedades es sin duda un reto sin precedentes.

¿Cuáles son los sectores de futuro para los ingenieros agrónomos?

En el ámbito de la sanidad vegetal, el futuro, que de hecho ya es el presente, pasa por las nuevas tecnologías. La sensorización de muchos de los elementos productivos, como parcelas, maquinaria o invernaderos están proporcionando una cantidad ingente de datos, complementada además por la profusión de diferentes tipos de vehículos aéreos como drones, satélites y equipos de visión artificial. Mas allá de todas estas tecnologías, nuestro papel como ingenieros agrónomos es transformar estos datos en información útil desde un punto de vista productivo, que permita optimizar los procesos y hacerlos más sostenibles. Por ejemplo, en el desarrollo y validación de sistemas de ayuda en la toma de decisiones para reducir el número de aplicaciones de fitosanitarios. Aquí las herramientas de análisis estadístico y computación, que ahora denominamos inteligencia artificial, van a tener una gran importancia y debemos tener las competencias necesarias para implementarlas.